Bloggeo que bloggeo

Mentalmente me veo bloggear que bloggeo y también puedo verme ver que bloggeo. Me recuerdo bloggeando ya y también viéndome que bloggeaba.

jueves, 20 de enero de 2011

Daniel instantáneo

Cuando iba en segundo de primaria tenía un uniforme de rayas blanco con azul francés (como el pan), mis cuadernos eran de cuadro grande (como el Pie), mi osito favorito se llamaba Foffy y me llevaba con Daniel Rodríguez. Él tenía una mochila de rueditas en la que me sentaba y me daba vueltas por el patio. En segundo de primaria el patio era grande. En primero de secundaria el patio se cruzaba en seis pasos grandes o cinco de maestro enojado. 

Daniel era la onda, una vez se metió al refrigerador para saber si la luz se quedaba prendida o no. No tengo más recuerdos de él que estos que llegaron quién sabe cómo el día de hoy a una ventana de Messenger. No sé qué pasó, dejamos de llevarnos, él se volvió fresa, yo gané un concurso de ortografía, luego uno de redacción, luego uno de baile y luego me mudé de ciudad con mi hermano. ¿Qué habrá sido de él? ¿Usará playeras Abercrombie? ¿Lacoste? ¿Se habrá tomado una foto dentro del refrigerador para luego subirla a Flickr y etiquetarla "241543903"? Lo buscaré en Facebook.

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¿Alguien tiene la más remota idea de cuántos Danieles Rodríguezes existen en Facebook? Tres. El que yo busco es el que tiene 21 amigos en común.

lunes, 17 de enero de 2011

Algunos apuntes sobre El lobo estepario


Gracias a las bienvenidas vacaciones, ya sin trabajo más que el de tender mi cama, ya sin tarea más que la de disfrutar del sinquehacer y el paroxismo, repaso la fantasiosa lista mental de propósitos de año nuevo y decido cumplir dos de ellos: leer un libro y decir que leí un libro. El elegido fue El lobo estepario de Hermann Hesse.

El autor, de nacionalidad alemana, nació en 1877, vivió las dos guerras, su postura en contra de lo bélico se verá muy marcada en sus escritos, pero ésta vendrá también acompañada por un contrastante y paradójico nacionalismo y sentido del deber. En la Primera Guerra fue declarado inútil para combatir y asignado a asistir a los prisioneros. Experimentó algunas crisis existenciales y atentó contra su vida, por lo cual fue psicoanalizado por Carl Jung (quien fue un personaje importante en el campo del psicoanálisis, compañero de Sigmund Freud y dedicado al análisis de la actividad onírica), fue después de esto que escribió el famoso Demian (1919) bajo el pseudónimo de Emil Sinclair (nombre del protagónico de la novela).  Otras de sus obras son Bajo la rueda (1908), Siddharta (1922) y El juego de los abalorios (1943). En 1946 obtuvo el premio Nobel por su trayectoria literaria. Murió a los 85 años de una hemorragia cerebral.

El lobo estepario, publicado en 1928, es una novela que combina la autobiografía con la fantasía. Es autobiográfica puesto que el protagónico antihéroe Harry Haller funciona como un alter ego de Hermann Hesse, desde las mismas iniciales de los nombres se sugiere esto. Asimismo, el autor sufrió una profunda crisis espiritual en esos años. De este modo se presenta al ermitaño personaje en medio de la siguiente crisis existencial: no se considera burgués pero tampoco de clase baja, no se piensa completamente hombre pero tampoco lobo, no le gusta bailar, pero aprende el fox-trot. Está en la búsqueda de su identidad. Esta parte de la novela me recuerda a la pintura de Caspar Friedrich (alemán también) donde en primer plano aparece un hombre de espaldas al receptor en la punta de un risco, ante él se ofrece un paisaje neblinoso, incierto, donde los riscos se multiplican hasta el horizonte. La pintura es El caminante sobre el mar de nubes (1817–1818). Así es como se me antoja la vida de H. H., ermitaña, individualista; a pesar de tener mujeres y dinero está solo como el caminante ante lo que ha de venir.

El autor refleja en gran parte de la novela su enfrentamiento con el mundo que le tocó vivir, la Alemania de la post guerra. Para finalizar oficialmente la Primera Guerra Mundial, Alemania debió firmar el Tratado de Versalles en el cual aceptaba toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra. Además, tuvo que realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores, desarmarse y pagar enormes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El país se sumerge en un período crítico: inflación, desempleo, miseria y enfrentamientos sociales, los cuales sembraron un sentimiento bastante nacionalista en pos de recuperar aquello de lo que se vieron humillantemente privados.  Esta conciencia nacionalista se traduce en una búsqueda de la identidad alemana en todos los hijos de esta patria. 

Mientras la historia avanza, Harry Haller se obsesiona con la entrada al Teatro Mágico. Cuando finalmente le es concedida la entrada, el estilo de escritura da un giro de lo romántico y verosímil a lo completamente onírico, pero al lector se le viene advirtiendo en los nombres de los capítulos, “No para cualquiera” y “Sólo para locos”, esta última frase también aparece como eslogan del Teatro Mágico. Imagino la entrada de Harry al teatro como si el personaje de la pintura de Friedrich hubiera dado un salto a la mágica incertidumbre que se ofrece detrás del telón y cayera en un cuadro de Salvador Dalí, luego apareciera en el Grand Theft Auto, luego se colocara entre espejos y demás situaciones en las que se ve envuelto el antihéroe para descubrirse a sí mismo.

jueves, 13 de enero de 2011

Sisifeando en el trabajo

El 17 de diciembre del 2010 pasé oficialmente a formar parte del grupo de estudiantes universitarios desempleados, quebrados y dependientes del "domingo". Venció mi contrato de un año por determinadas horas, pero mi supervisor, un amargado hombrecillo que secretamente está enamorado de mí y cual niño de kinder le jala las trenzas a la niña que gusta, no contento con todos los comentarios malaleche que hacía, hizo el recuento de mis horas netas de trabajo. Resultado: Terminé debiéndole hasta las garnachas que se come a escondidas al lado de la computadora. Así que tuve que doblar turno en vacaciones para pagarlas o lo que es lo mismo: subir la piedra de lunes a viernes en un Hades bastante noventero para mi gusto.

El día de hoy, heme aquí de nuevo. La razón, parafraseando a Mauricio Garcés, me van a perder y debe ser horrible.

miércoles, 12 de enero de 2011

Calipsos

A propósito de la Navidad y del Día de Reyes fui obsequiada con La ignorancia de Milán Kundera (qué horrible hubiera sido esto sin las cursivas). Traducción del original francés de Beatriz de Moura, Tusquets Editores, Barcelona y México, 2000, 199 pp. Básicamente la novela trata de dos exiliados de Praga, Irena y Josef, quienes después de 20 años -como Ulises- regresan a su tierra natal. El regreso es igual de trágico para todos los personajes; mientras que Ulises llega como un pordiosero y muere a manos de su hijo, los protagonistas de La ignorancia no encuentran en Praga nada mas que desgracias.

Fun fact: Irena le regala a su esposo una playera con la leyenda "Kafka was born in Prague" y su esposo la usa cual turista, pues para él no tiene ningún sentido el mundo kafkiano o de Praga en su defecto. Es Irena la exiliada, la ignorada, la ajena a las pláticas de las amigas, la que se esconde -cual Gregorio Samsa- en el encuentro con Josef, el otro exiliado.

Debo admitir que al principio no abracé de buen modo la novela, acababa de leer a Hermann Hesse y un par de relatos de Stendhal, la prosa se me antojó de lo más prosaica, pero justo en la página 14 me encontré con la cita que me ganó: "No sabemos cuánto tiempo compartió Ulises su lecho con Penélope, pero seguramente no fue tanto. Aún así, se suele exaltar el dolor de Penélope y menospreciar el llanto de Calipso". A partir de esta frase boletoalmonte, empecé a debrayar, fui desde mi experiencia personal hasta algunas famosas Calipsos, como Juana la Loca o la desgraciada María Callas (¡más desgraciado el Onasis!), quién irónicamente (¿qué sería de la vida sin la comedia?) daría voz a otra Calipso, Lucía de Lammermoor en la ópera de Donizetti basada en una novela de Sir Walter Scott. Hay que agradecerle a Kundera que la puso al final del capítulo, o de otra forma hubiera sido más difícil regresar a la lectura. 

domingo, 9 de enero de 2011

La palabra escrita

Ya escrita la primera

palabra (nunca la pensada

sino la otra – esta

que no la dice, que la contradice,

que sin decirla está diciéndola)

[…]

Ya escrita la primera

palabra (sigue,

no hay más palabras que las de la cuenta)

Octavio Paz


Pre-texto

Estas últimas semanas no he podido escribir. De la forma tradicional, con esto me refiero a poner mis dedos en acción, a depositarlos sobre el teclado QWERTY aquí presente y dejarlos traducir mis informes ideas. Estas últimas semanas me he estado escribiendo egoístamente a mí misma, leyendo [este es el momento en el que sale Noé Jitrik de atrás de las bambalinas y señala que leer es escribirnos, pero pobre argentino le va a dar un infarto de tanto estarlo trayendo del tingo al tango para citarlo y justificar mi inconstancia escritural]. Pero me arriesgo a jugar a los dados con Mallarmé, pues me encuentro perdida en el borde mismo del abismo en el que como bien señaló el poeta maldito, toda realidad se disuelve.