Me invoca mi poeta y pregunta si tengo alas membranosas, a propósito de un cuento inédito del Marco Tulio que le di a leer.
-No poeta, - respondo - mis alas no son membranosas, son de sirena. Esto puede tener muchos significados, todo dependerá del lado caleidoscópico con el que se quiera ver; desde la metáfora más complicada y blanchotera hasta la más vulgar y terrenal.
-¿Recuerdas...? Hace muchos años empezamos a evocar poetas de una nación floreciente para que escribieran de nosotros, buscamos entre ellos grandes hombres. Cada una de mis hermanas escogió a alguien que las representara de diversas formas. Sin embargo, yo quería trascender. Yo, junto con toda mi estripe; por eso escogí a Homero, a Virgilio, a Dante; ellos nos harían trascender, aunque parece que estamos de moda de nuevo.
Le conté a Homero la historia de Ulises ¿recuerdas ese libro? ¿No? Tal vez fue una diferente versión, han pasado tantos años... Te la contaré de nuevo para que se la cuentes a tus nietos, no sé por qué pero esa práctica de la tradición oral siempre me gustó mucho.
¿Recuerdas ese dicho de que el alumno supera al maestro? Cómo me hizo reir Aristóteles en ese momento. Resulta que las sirenas, esas falsas mujeres fatales, nos retaron. ¡A nosotras! Ja, ja, creyeron cantar mejor que nosotras. O sea, imagínate, ellas con su canto inhumano y engañoso, cantaban de un modo insatisfactorio y ese falso canto suyo solamente dirige a la destrucción de los hombres que nos alaban, ¿ajá? En cambio nuestro canto es divino, es exclusivo, VIP, nosotras escogemos a quién privilegiamos. ¡Qué ingenuas! No hace falta que te cuente quien ganó. Por su arrogante atrevimiento les quitamos las alas y las desplumamos como pollos. Ja, ja, ja, pobres, de por sí olían a pescado y ahora desplumadas. Pero había algo en sus alas. Con alas se puede volar,
...Continuará.