Fui metadiscurseada, así que ahora me corresponde escribirlo.
Sin título, todavía. (Primer borrador)
Estaba escribiendo un hombre llamado Salvador Elizondo. Después de haberse leído La biblioteca de Babel y de haber escrito que escribía, se vio mentalmente leído por hombres y mujeres imaginarios. Así, comenzó a escribir acerca de una mujer que caminaba descalza por los pasillos azulfombrados de una biblioteca de siglas conocidas. De vez en cuando el hombre se detenía, miraba pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco y arrojaba una bocanada de humo azulado por la boca y por las narices; luego volvía a escribir: La mujer se detuvo en un extremo para escudriñar los libros. Parándose de puntillas cogió un tomo blanco y medianamente pesado de las Obras de Salvador Elizondo, se sentó en una mesa grande y abrió el libro. Sus mohines cambiaban de sonrisas a apretados entrecejos muy rápidamente. Leía: Puede que en este momento una mujer me esté leyendo al lado de una ventana [...]. Se detuvo en este punto, miró la ventana que se encontraba a su derecha y sonrió.
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